lunes, 13 de julio de 2015

SALMO DE LA ÚLTIMA NOCHE



La luna de la Pascua alza su vieja piedra
sobre la noche del Cedrón.
Tierra roída por el viento y la voz de los profetas,
oh tierra de sepulcros y cenicientos hierros;
la noche se levanta de tu arena sagrada
como un león que abre sus lentos ojos puros
para mirar el mar.




Con el carro estival vuelve la Poscua
a su estrella de pan y negras uvas.
Ya gotea en las llamas la grosca del cordero
cubierto por la tarde y el laurel de Bethania.
Lejos, en el ocaso, queman su joya malva
los montes de Moab,
bellos como el océano lejano
cuando el delfín asoma su nocturno diamante.


La mesa está tendida. Señor. Un manantial de piedra
baja de la montaña donde el trigo no crece;
los grandes animales de la muerte pasean
sus hocicos de plato y terciopelo
por la luz de la tarde.
Señor, está tendida lo meso. La serpiente
relumbra en la hermosura de su negra esmeralda
y cruzan los chacales con sus mantos de oro
las terrazas magníficas del templo.


Señor, aquí está Judas, el huésped de la noche,
el que cuida la bolsa de los tuyos
y el oro de tus ojos de cordero inocente.
Aquí estoy yo. Señor, Judos el que ha comprado
el pon y el vino; Judas el que do lo limosna
a los pobres mendigos de lo tarde.


Señor, vengo o tu mesa
tendida en el desierto de los hombres.




Lo luna de la Pascua alza su viejo piedra
sobre los heliotropos apagados del mar.
Tierra de los judíos, sembrada por el trigo
ebrio de los profetas,
sembrada por los huesos de David
que cantan como un himno enterrado
en un bosque de plata.
¡Oh tierra devastada por lo sed de las tribus,
por el grito salvaje de los pájaros milenarios
en el sol de las tumbas,
tierra, tierra de Jerusalén!


He aquí el día que muere para los pobres frentes
coronados por espinas de burla
y zarzos de ceniza donde arden
oprobiosos alcoholes.
He aquí el día del Señor que he adorado
yo. Judos Iscariote, con mi dulce salivo
donde crece lo perla de lo muerte.


He aquí que soy Pedro,
hijo de Cofornaum, la marítimo,
tierra amarillo de pescadores,
arpa de areno abandonado
en los riberas del Genezoreth.
He aquí. Señor, que te niego por tres veces,
que rechazo tres veces
esta espado inmortal labrado con tu sangre.


Hemos llegado hasta tu mesa.
Lo tarde cae sobre mis duros ojos
y siembra su jardín de amarillos espinas
en los piedras del olma.
Yo te he negado. Señor, y he señalado
tu mejilla en la noche mortal de los olivos
con un impuro nácar de brillante tristeza.
Yo he clavado una pálida lanza
en la inocente sal de tu costado.
Y he reído en la fiesta de la plebe
bajo la sangre de tus pies desnudos.
Yo soy Judas, soy Pedro, la lanza y el que niega;
yo soy la tribu tumultuosa y vasta
que corona su frente con un nudo de víboras.
Pero, Señor, te busco en la última torde
y espero que descienda la Voz sobre los muertos.


Este es el pon, la niebla de la harina
partida entre las piedras, unida por el agua,
lamida por el rojo mastín de las hogueras.
Este es el pan. Señor, es la sabrosa
paloma de la espiga que ha bebido
el silencio y el agua de las grávidas frentes,
es lo estrella brotada,
la lámpara del trigo.


Y este es el vino, el vástago del fuego
que calcina su azúcar sagrado en las entrañas
moradas de las parras;
es el pródigo, el hijo de las uvas pesadas
y de la espuma lenta del otoño.
Henos aquí. Señor. Venimos a la fiesta,
seguidos por los perros de la sed, por el cuervo
amarillo del hambre.
Nuestros mantos relumbran con la plata
suntuosa de lo muerte.
El beso será dado y en la injuriada noche
el gallo azotará los puertas del infierno.
Pero estamos aquí y cae la tarde.




Toca o su fin la cena. Está hecho el Signo.
Lg Voz sobre las aguas y las tierras
el pan ha levantado, el negro vino
y dice:
"Este es mi cuerpo y esta la espada de mi sangre"
Lo paloma de harina hg repartido
su corona nupcial;
el ruiseñor dorado de las uvas
ha cantado
en el bosque del pueblo
y hasta los cuevas
del almo, donde aúllon los profundos mastines,
desciende el sol cubierto de espigas y laúdes.
Señor, vuelve otra vez a tu cándido albergue.
A traves de las tumbas regreso con mi noche de escribas y de espadas
Yo, con el peso ardiente de Judos en los hombros,
con el peso de los treinta figuras de lo muerte,
tiendo lo ortiga oscura de mi sed
hacia Ti, Pan del Podre,
Vino de lo Paloma que goteo
uno perla de sangre matinal en el libro
de terrestre ceniza donde se pudre eternamente el mar.

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