¡Rey Gris! Rey Gris! Guardián de la escondida fuente
solitario guerrero jardín desdichado;
cazador de la nube que pasa lentamente
sobre tu viejo reír de monarca cansado.
¡Rey Gris! ¡Rey Gris! La niebla pasea en el palacio
entre armaduras y esos y borrosos tapices
y sueña con figuras destruidas despacio
en una minucioso de ojos grises.
Viejo rey enemigo de lo corola rubia
—don de la luz al aire— ¡Oh jardinero aciago!
Haces volar las hojas y despiertas la lluvia
dormida entre los cisnes magníficos del lago.
Rey de los pasos idos y de los ojos muertos
que gobiernas los lentos países de la pena,
que pueblas de hojas secas el corazón desierto
y oscureces la ilustre gracia de la azucena.
La esperanza de ayer hoy es recuerdo apenas
de la la esperanza. Toda la ventura de ayer
hoy es un sueño de hojas muertas sobre la arena
donde los pasos idos ya no pueden volver.
Nada nos quedo ya, monarca pensativo.
El viento —tu guerrero— ya despobló el jazmín
y el amor que creímos del corazón cautivo
también se ha ido del jardín.
Rey Gris, Rey Gris! La Antigua
felicidad ha muerto!
Lo sabes pero vuelves con las horas perdidas
y mientras cae la tarde por el jardín desierto
vuela el vals de los hojas caídos.
Rey Gris otoño mío, que al jardín has llegado
con el viento infinito y lo muerte piadosa,
llena, monarca triste, mi pecho lacerado
con esa luz que aún queda donde estaba la rosa.
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