sábado, 11 de julio de 2015

HOMBRE OLVIDÁNDOSE

Hemos llegado a las últimas moradas.
Ha crecido la noche infinita y extraña.
Los últimas puertas están cerradas
y detrás las rosos olvidados.


Amigo, hemos cruzado los últimas ciudades.
Lo noche es un lentísimo padre
para aquel a quien el dolor acompañe.
Amigo, giran tristemente los llaves
y el viento está parado en la calle.
Tira esos rosas que ya nado valen.


Tienes, amigo, los cabellos mojados
y tus manos son ton bellas que parecen que han volado.
Cierro los ojos y los labios
y el corazón que tonto tiempo te ha acompañado.



Arroja ahora esas pálidas armas.
Dejo allí ias úlfimas palabras.
El silencio y tus labios harán una flor sin mañana.


¡Dios mío! Suenan ahora unas campanas
y las estrellas se estén poniendo extrañas!
Hay una luz rebelde que no se apaga:
¡hombres, apagadla!


La noche es una larga rueda de luto.
¡Cómo te ornaba corazón oscuro,
en la noche, en !a mañana y en el crepúsculo!
Pero ya no te veo entre los lentos humos
que borran las tristes fronteras del mundo.


Estos son los lugares. Sólo está el cielo inmenso
y las estrellas como luz del silencio.
Amigo por todo lo que dejamos tiemblo
y aun por lo que no vimos y por los muertos.
Una grave ceniza es el tiempo
que cada uno de nosotros poseemos.
Pálida ceniza que vuela cuando sopla el gran viento
piadoso y justo de lo eterno.


Mi corazón amaba una mujer y su misterio
y amaba en la hoja pálida el invierno.


Ahoro ya tus pies casi no pisan el suelo.
Hemos andado juntos pero es mejor que nos separemos.
Toma mis manos, para qué las quiero,
y mis ojos y mi boca y mi pecho.


Amigo, la noche es un espejo de duelo.
Como ríos pequeños tus cabellos
juntan hojas marchitas y silencio.
Tienes los ojos como lirios con sueño
y como tallos quebrados los dedos.


Al alba busco nuevas habitaciones.
Pregunto en el silencio pero nadie me responde.
Ya no responderá nadie ni en la mañana ni en la noche.


No me preguntéis por ese amigo perdido.
No me preguntéis por ese hermoso muerto mío
que está solo en la noche con los ojos marchitos.


No me preguntéis por la nieve insigne de su frente
deshecha por el agua larga de la muerte.


No me preguntéis por sus manos de pájaro gracioso,
ni por su boca ni por sus ojos.


No preguntéis por el amigo que no vuelve,
ni por la noche que lo tiene,
ni por la sombra en que está para siempre,


que ya los días del invierno vienen
y alas de niebla van hacía la muerte.



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